Santiago Psicoanalítico

Clínica y política de orientación lacaniana

jueves, 10 de noviembre de 2011

Salud Mental y desigualdad social: materiales para una discusión

Ps. Francisco Pisani

“Sois el producto de una época. No. Echarle la culpa a la época es demasiado fácil. Sois productos. Y punto. Ya que a la globalización no le interesaban las personas, teníais que convertiros en productos para que la sociedad se interesase por vosotros. El capitalismo convierte a las personas en yogures con fecha de caducidad, drogadas a base de espectáculo.”
-13,99 Euros. Frédéric Beidberger.

Resumen
Se propone una revisión crítica del concepto de Salud Mental dado por la OMS, situando sus alcances referidos a las políticas públicas, el poder y la clínica. El psicoanálisis aporta elementos para realizar una discusión que articula subjetividad y época, cuya clínica, pone en tensión los conceptos de bienestar e igualdad, en favor, de una ética de la diferencia, que se fundamenta en lo singular de cada sujeto. Se contextualiza lo contemporáneo proponiendo un análisis del hiper-capitalismo y sus efectos en las relaciones sociales, en la dimensión subjetiva y en la práctica clínica. El consumo en sus diversas manifestaciones, el empuje al bienestar, se traducen paradójicamente en nuevas formas de malestar, pesquisables en los nuevos sufrimientos como las adicciones, las compras compulsivas las últimas tecnologías como promesa de felicidad.

Sobre las condiciones de enunciación
El presente texto nace en el contexto de la movilización estudiantil, iniciada en el primer semestre 2011, cuando el Magister de Psicología Clínica, estando en asamblea, decide ir a Paro para organizar actividades relacionadas con la contingencia nacional. Una de las actividades que surgieron, entre otras, fue la mesa de trabajo “Salud Mental y desigualdad social”, cuyo resultado fueron varios escritos y un foro debate.
Las demandas en las movilizaciones estudiantiles se fundamentan en un problema estructural, que se manifiesta en el lucro y la calidad de la educación. La precarización de la función del Estado como garante de los derechos de los ciudadanos y ciudadnas, es evidente ante el empuje del mercado. Estas condiciones de época, nos hicieron pregunta, en tanto, el territorio educativo es quien con mayor fuerza ha y sigue denunciando el desastre de la supuesta autoregulación del capital. En ese sentido la fuerza admirable que ha tenido este movimiento, no implica necesariamente que en otros campos no existan efectos igualmente desastrosos. La salud mental como campo en que se juega el cruce de la subjetividad y la época, se contextualiza para este trabajo, a partir de la lógica del capitalismo tardío es lo que interroga y causa el presente texto.
En este punto quisiera seguir el consejo de Freud, sobre la literatura y los escritores como aquellos que nos enseñan en sus creaciones a lo que la ciencia no llega. Propongo un varios fragmentos de la novela de Frédéric Beidberger “13,99 Euros”, como un testimonio ficcional de la articulación entre subjetividad y época. Para el psicoanálisis la relación entre verdad y ficción se encuentran firmemente entrelazadas, y nos permite dar cuenta del drama subjetivo. Se trata de Octave, un publicista, que está en lo más alto del mundo de la publicidad francesa, sueldo millonario, acceso a todos los bienes de consumo, para él nada es imposible, salvo que es profundamente cínico, y que lleva una vida que no desea. Al comienzo de la novela nos advierte que escribe para ser despedido del trabajo en que es tan exitoso, y así recibir una indemnización. Un extracto de la novela:
“Me llamo Octave ... Soy publicista: eso es, contamino el universo. Soy el tío que os vende mierda. Que os hace soñar con esas cosas que nunca tendréis. Cielo eternamente azul, tías que nunca son feas, una felicidad perfecta, retocada con el PhotoShop. Imágenes relamidas, músicas pegadizas. Cuando, a fuerza de ahorrar, logréis comprar el coche de vuestros sueños, el que lancé en mi última campaña, yo ya habré conseguido que esté pasado de moda. Os llevo tres temporadas de ventaja, y siempre me las apaño para que os sintáis frustrados. El Glamour es el país al que nunca se consigue llegar. Os drogo con novedad, y la ventaja de lo nuevo es que nunca lo es durante mucho tiempo. Siempre hay una nueva novedad para lograr que la anterior envejezca. Hacer que se os caiga la baba, ése es mi sacerdocio. En mi profesión, nadie desea vuestra felicidad, porque la gente feliz no consume.
Vuestro sufrimiento estimula el comercio. En nuestra jerga, lo hemos bautizado «la depresión poscompra». Necesitáis urgentemente un producto pero, inmediatamente después de haberlo adquirido, necesitáis otro. El hedonismo no es una forma de humanismo: es un simple flujo de caja. ¿Su lema? «Gasto, luego existo. » Para crear necesidades, sin embargo, resulta imprescindible fomentar la envidia, el dolor, la insaciabilidad: éstas son nuestras armas. Y vosotros sois mi blanco.
Interrumpo las películas que estáis viendo en televisión para imponeros mis marcas. Os machaco con mis eslóganes en vuestras revistas favoritas. Estoy en todas partes. No os libraréis de mí. Dondequiera que miréis reina mi publicidad. Os prohíbo que os aburráis. Os impido pensar. El terrorismo de la novedad me sirve para vender vacío. Yo decreto lo que es Auténtico, lo que es Hermoso, lo que está Bien. Elijo a las modelos que, dentro de seis meses, os la pondrán dura. A fuerza de verlas retratadas, las bautizáis como Top-Models; mis jovencitas traumatizarán a cualquier mujer que tenga más de catorce años. Idolatráis lo que yo elijo. Cuanto más juego con vuestro subconsciente, mas me obedecéis. Si canto las excelencias de un yogur en las paredes de vuestra ciudad, os garantizo que acabaréis comprándolo. Creéis que gozáis de libre albedrío, pero el día menos pensado reconoceréis mi producto en la sección de un supermercado, y lo compraréis, así, solo para probarlo, creedme, conozco mi trabajo.
Vuestro deseo ya no os pertenece: os impongo el mío. Os prohíbo que deseéis al azar. Vuestro deseo es el resultado de una inversión cuyo importe está cifrado en miles de millones de euros. Soy yo quien decide hoy lo que os gustará mañana.
¿No resulta espantoso comprobar hasta que punto todo el mundo parece considerar normal esta situación?
¿Qué le voy a hacer si la humanidad a decidido sustituir a Dios por productos de gran consumo?
La publicidad consiguió que Hitler fuera elegido. La publicidad se encarga de hacer creer a los ciudadanos que la situación es normal cuando no lo es.
¿Sabéis cual es la diferencia entre los ricos y los pobres? Los pobres venden droga para comprarse unas Nike mientras que los ricos venden Nikes para comprar droga.
Los políticos ya no controlan nada; es la economía la que gobierna. El marketing es una perversión de la democracia: es la orquesta la que manda sobre el director. Son los sondeos quienes deciden la política, las encuestas las que hacen la publicidad, los «panels» los que eligen los discos que suenan por la radio, los índices de audiencia los que hacen la televisión.
El reino de la mercancía implica que esta mercancía se venda: tu trabajo consiste en convencer a los consumidores de que elijan el producto que se gastará más deprisa. Los industriales lo denominan programar la obsolescencia”.
Hasta aquí la cita, es iluminadora y al mismo tiempo abrumadora. El capitalismo y sus objetos caducos, no es tanto el problema como los efectos en la vida cotidiana para los sujetos, en cuanto los mismo devienen objetos de las deudas de la educción, del supermercado, de las grandes tiendas, porque ya no se trata solo de objetos del mercado, sino también las deudas mismas contraída son valorizadas y vendidas. Es la globalización y su arrasamiento de las particularidades, en que surge un nuevo sujeto, el consumidor, y la defensa del mismo con las agrupaciones de consumidores. Todos pueden consumir, incluso lo que no pueden pagar, porque compran vía crédito pagando varias veces el valor.

Sobre la salud mental
La definición de la OMS de salud mental: “estado de bienestar en el cual el individuo es consciente de sus propias capacidades, puede afrontar las tensiones normales de la vida, puede trabajar de forma productiva y fructífera y es capaz de hacer una contribución a su comunidad. La salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades.”
Una de las primeras cuestiones que surge como interrogante en esta definición, es la dimensión individual, en tanto se pone el acento en él, sustrayendo al contexto en que se inscribe, supone la adaptación y el aporte a la comunidad, a lo social. Como sabemos un contexto adverso puede enfermar, ejemplo de ello son las famosas enfermedades laborales, el exilio, un contexto político, económico, etc. Esta definición de salud mental se resta de la historia, y la posibilidad de situar efectos de la cultura, la economía, la política como adversas para una comunidad. No permite situar la historización de un sujeto con otros.
Claramente se sostiene en la idea de que el sujeto se oriente hacia un bienestar, la pregunta evidente es de qué bienestar se trata, qué o quién lo define. Pareciera ser que se trata del bienestar de la buena adaptación del individuo al ideal de la época. ¿Habría que orientar la clínica hacia ese ideal? ¿Orientar a los sujetos hacia lo que se supone como bien para todos? Cuando escribo esto pienso en la novela de Richard Yates “La vía revolucionaria”, un título sugerente y al mismo tiempo sarcástico, un pareja sueña con dejar la vida que llevan que al mismo tiempo es lo que se supone que toda familia quisiera alcanzar, un trabajo estable buenas remuneración, una joven y bella pareja, hijos, amigos, buenos vecinos, cierta sensibilidad artística, la casa más bonita del barrio. Sin embargo, se desencadena un sufrimiento larvado que termina en la muerte. Cómo entender que a pesar de vivir en este ideal cultural, todos iguales, para todos la misma satisfacción, el mismo tipo de vida, ese para todos fracasa.
Lo contemporáneo, como ya es sabido, en cuanto se ha hecho algo natural, y quizás ahí su efectividad, se sostiene en la lógica del consumo, lo individual, ideal de éxito personal, que encarna toda su potencia en lo que el psicoanálisis ha llamado superyo, y todo el sadismo que este comporta. El superyo, siempre quiere un poco más, empuja al goce. Mientras más terreno se le da más quiere avanzar. Lacan ha dicho que el único culpable es el que ha cedido en su deseo. Esto se extrae de la clínica actual y es muy fácil de encontrar, un deber gozar, algo de ideal del bienestar ligado al deber ser feliz, deber disfrutar. Una viñeta clínica de un paciente: Todos en su familia disfrutaban del viaje soñado a Estados Unidos, el viaje ideal para todo niño " yo sabía que tenía que disfrutar y no podía, se me venía la idea de que tenía que asombrarme, tenía que sorprenderme y me angustiaba.” Lo que esta viñeta nos enseña es: lo que es para todos, no necesariamente lo es para uno.
El “para todos” supone un problema para el psicoanálisis, el “para todos” implica una orientación por lo universal, supone el ideal, implica un pensamiento de la igualdad, que admite llevado a su extremo la lógica del pensamiento de lo totalitario, esto es, todo iguales, la anulación de la diferencia. El empuje contemporáneo del “todos iguales” “en el consumo” muestra su falacia, con la globalización, se encuentran efectos de segregación de aquellos que no participan del ideal de la época, y al mismo tiempo se les empuja a participar, cuando no están en igualdad de condiciones. ¿Qué nos enseña la clínica? El retorno de lo reprimido, un excedente, un resto que irrumpe, un incalculable, no sin consecuencias en tanto el retorno violento del resto excluido.
El psicoanálisis sospecha del “para todos” y sostiene una práctica del uno a uno, del caso a caso, lo que es salud para uno no lo es necesariamente para otro. El ideal del éxito, del bienestar, de la ausencia de conflicto, es un imposible. En este sentido el concepto de salud mental supone cierta homogenización, cierta adaptación, está al servicio del poder, del control y de las políticas públicas. Un ciudadano que camina bien por la calle, sin protestar, sin malestar, sin subjetividad. Un consumidor más. Un cuerpo en silencio. Aquí se puede ubicar la relación con las toxicomanías, el consumo de drogas, como consumidor consumido, un consumo hasta la muerte, desenganchado del Otro. Es interesante porque las adicciones tal como las conocemos ahora solo pueden surgir con el auge de la técnica y en una sociedad industrial.
Lo complejo es cómo pensar una práctica de la salud mental, es decir, un ejercicio clínico cuya ética, permita alojar algo del orden del deseo. Es posible constatar en las instituciones de salud mental, no en todas, pero las que se sitúan desde la lógica del “para todos iguales” como rechazan o expulsan pacientes que no se adaptan a los protocolos, los que no cumplen el perfil, a lo que no se les estima de “buen paciente”. Esto sumado a la economía de la salud mental basado en el ahorro de profesionales, ahorro de costos, complejiza la situación. Cómo crear instituciones que respondan a la lógica del deseo, que se situen como Otro barrado que permita alojar esa singularidad. Otro barrado es la posibilidad de producir una pregunta, dado que pregunta y deseo van de la mano. Es la falta en ser en el Otro lo que permite que aparezca el deseo. Cómo hacer instituciones donde el sujeto pueda hablar y no sea expulsado, porque algo en su existencia insiste, se repite y no se domeña.
Para finalizar, decir que no se trata de eliminar la Salud Mental, sino justamente hacer de ella un debate, algo inacabado, que no se agota en la estadística, ni en la pura técnica, en la tendencia actual de estar al servicio de la lógica del mercado para una mayor eficiencia. Fundamentalmente rescatar, poner en valor, la dimensión del desacuerdo como posibilidad de lo político. La salud mental como vimos no es una dimensión solo técnica, pone en juego esencialmente dimensiones políticas e ideológicas, de las cuales es imposible sustraerse, sin embargo, lo que sí es posible es poner en juego nuestro desacuerdo, y sostener lo que consideramos una ética de la diferencia, lo singular de cada sujeto como fundamento de la clínica.
Referencias
- Éric Laurent ¿Mental?
- Frédéric Beidberger “13,99 Euros”.
- Richard Yates “La vía revolucionaria”.

Texto presentado en el "IV Congreso Chileno de Psicología 2011. Sociedad y Equidad: Aportes desde la Psicología "

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